¿LA BALANZA de Dios o la del mundo?
Silenciosamente, somos medidos en las básculas en cada momento. Quien nos ve, de inmediato nos evalúa, según sus estándares, o según nuestra apariencia, o comportamiento.
Pero, el problema no está en el peso que es visto en el medidor de la báscula del mundo, sino el que aparece en la balanza de Dios.
Él sí ve todo y mide intenciones, pues conoce las profundidades del corazón del ser humano. El Todopoderoso es el único capaz de juzgar el interior y dar el veredicto justo sobre cada acto nuestro.
¿Y cuántos no desagradan a Dios por miedo a la báscula del mundo, no es así?
Al final de su reinado, Belsasar, rey de Babilonia, fue medido, y peor, su vida entera no tenía contenido digno a los ojos de Dios.
«Has sido pesado en la balanza y hallado falto de peso.» (Daniel 5:27).
Todos seremos medidos, pues, no es decisión nuestra subir o no a la balanza de Dios. Ella es invisible y captura el alma por completo. Delante de ella, no somos consultados sobre justificaciones, porque solo la verdad tendrá voz y turno.
La verdad de nuestras elecciones y de la sumisión o no al propósito que recibimos de Dios en esta vida puede hacernos ligeros o con un buen peso para Dios.
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